La insólita crisis de OpenAI tiene los ingredientes de múltiples tramas cinematográficas. En una película de suspense, Sam Altman es el héroe: el líder visionario despedido injustamente que vuelve a la empresa por aclamación de los empleados. En otra de ciencia ficción, es el villano: el directivo que entregó la inteligencia artificial a los intereses comerciales y provocó la desaparición de la humanidad. El despido y readmisión de Altman tienen sus raíces en la tensión entre los catastrofistas y los pragmáticos a cuenta de la inteligencia artificial, pero también reflejan la pugna entre la concepción de OpenAI como una empresa sin ánimo de lucro y su ascenso como la start up más valiosa de Silicon Valley. En esa última batalla, el dinero parece haber impuesto su ley, al tiempo que los múltiples giros de guion prueban los problemas de gobernanza de la firma.
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