La mano de obra oculta tras ChatGPT: el drama de los ‘trabajadores fantasma’

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Puede parecer magia, pero no lo es. La evolución de la inteligencia artificial (IA), constantemente celebrada por su innovación exponencial y sus capacidades revolucionarias, oculta un componente menos glamuroso pero crítico: su mano de obra remota. Esta parte de su cadena de valor, crucial, pero frecuentemente pasada por alto, me recuerda a la cadena de suministro de la industria textil de hace unas décadas. ¿Alguien se ha podido olvidar de la tragedia del Rana Plaza, en Bangladesh, donde murieron más de 100 personas? Esta es una historia paralela. Mientras que, en la producción de la ropa barata, el riesgo que padecen los trabajadores encerrados en fábricas de países periféricos es físico; en esta otra industria, la digital, prevalece el riesgo psicosocial. Es decir, el daño psicológico que sufren sus trabajadores debido a la constante exposición a contenidos brutales, perturbadores, traumáticos e indescriptibles. Su invisibilidad y su no-relación laboral les deja solos con las secuelas; a las que se suman los clásicos de la deslocalización a países sin estado de derecho: salarios precarios, trabajo no remunerado, explotación, abuso, etc. Todos los vídeos que contienen asesinatos, suicidios, ataques sexuales o abuso infantil que no llegan a verse en las plataformas han sido revisados y etiquetados por un moderador de contenido o por un sistema automatizado que ha sido entrenado con datos que han sido proporcionados por un moderador de contenido. Algunos ya están constituyendo los primeros sindicatos para defender sus derechos, pero no será suficiente. Es un nuevo desafío global y requiere de normas que estandaricen las condiciones laborales en esta industria de rápido crecimiento.

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