La inteligencia artificial no es solo cosa de ingenieros. Se puede ser de letras y, a la vez, una referencia en el debate mundial sobre las repercusiones sociales y éticas de lo que hacen estos sistemas. Gemma Galdón (Mataró, Barcelona, 47 años) se graduó en Historia Contemporánea y se doctoró en políticas públicas tecnológicas; es la fundadora y primera ejecutiva de Éticas Research and Consulting, compañía que examina los algoritmos para asegurar su uso responsable. “Ser consciente de cómo la sociedad ha resuelto problemas antiguos me da una perspectiva útil para trabajar con problemas nuevos”, cuenta en una cafetería de Madrid. “Hace 12 años, cuando me doctoré, éramos muy pocas las personas de las ciencias sociales que trabajáramos con tecnología”. Su empresa asesora a organismos europeos y estadounidenses. Tiene la maleta hecha: enseguida regresa a Nueva York, donde reside y donde el jueves recibió uno de los Hispanic Star Awards, premios a los agentes del cambio de la comunidad hispanohablante, en un acto en Naciones Unidas. Tuvo que mudarse, cuenta, porque en EE UU “el mercado está más receptivo a la IA responsable”.
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