En plena Guerra Fría, el submarino lanzamisiles soviético K-129 se hundió el 8 de marzo de 1968 y fue localizado a casi 5.000 metros de profundidad, en el medio del Oceáno Pacífico, en algún punto nunca revelado entre la península de Kamchatka y las islas Hawái. La agencia de inteligencia estadounidense (CIA) aprovechó esa remota localización en aguas internacionales, muy cercana al meridiano 180 que marca la línea internacional del cambio de fecha, para montar una de las operaciones secretas más complejas, sofisticadas y caras de aquella época de máxima tensión entre las dos grandes superpotencias del siglo XX. Muchos detalles de aquel descomunal reto tecnológico siguen sin desclasificar y han vuelto a despertar la fascinación tanto de los lectores de ciencia ficción como de los investigadores en robótica submarina, sobre todo tras el accidente del sumergible Titan el pasado mes de junio.
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