Jorge Fernández Marcos intenta que los móviles le duren el mayor tiempo posible. El último que tuvo fue un Samsung, que a los seis años se le quedaba “muy corto”. “Abrir Spotify era un parto, usaba Google Maps y se lagueaba [ralentizaba] un montón. Era una agonía verlo funcionar”, recuerda. Al plantearse comprar uno nuevo, este joven de 27 años tenía dos prioridades: que fuese fácilmente reparable y que utilizara materiales reciclables y conseguidos de forma sostenible. Optó por el Fairphone 4, un terminal pensado para ser arreglado fácilmente por el usuario.
La huella ecológica de los ‘smartphones’
La producción de un móvil requiere energía y materiales. “Hay más de 40 materiales diferentes en un smartphone que se extraen en condiciones difíciles y a menudo peligrosas”, cuenta Jopp, que destaca que sólo un pequeño porcentaje de estos valiosos recursos se puede recuperar durante el reciclaje. Al mismo tiempo, “los residuos electrónicos son el flujo de residuos de más rápido crecimiento en el planeta”: “Cada año se venden 1.500 millones de teléfonos y sólo el 20% de ellos se reutiliza o recicla”. Un problema importante teniendo en cuenta que en 2019 se generaron 53,6 millones de toneladas de basura electrónica en todo el mundo, según Naciones Unidas (ONU). Se espera que en 2030 esta cifra alcance las 74,7 millones de toneladas.